martes, 28 de febrero de 2012

El capitalismo acaba con la crisis


Con la imposibilidad del cálculo económico en el Socialismo o en el Comunismo demostrada, ahora parece resurgir de nuevo la idea de los años 60 u 70 del estado del bienestar. Pero desde el Think Tank Defensa Capitalista (DC) pensamos que  el estado debe existir para velar por el mantenimiento de unas condiciones mínimas legales. Para defender los derechos las obligaciones y los deberes de los ciudadanos. Pero nunca debe ir más allá de ello. 

La gestión eficiente del sector privado debe garantizarse en todas las ramas del sistema económico si queremos continuar con un progreso económico a largo plazo sostenible. La crítica a la empresa privada como mayor valor del sistema económico viene del lado de las continuas crisis producidas a lo largo de la historia económica. Pues bien no nos cansaremos de citar nuestra teoría. La salida de la crisis es el capitalismo. El capitalismo no produce  la crisis, la crisis se produce por desvirtuar el capitalismo. Las elevadas expansiones crediticias artificiales de los bancos centrales nos llevan a un descalce en las inversiones convenientes de los mercados. El capitalismo se desvirtúa. Los créditos respaldados por los estados deben desaparecer (no hablamos de la deuda soberana). Sino de las subprime o las NINJA o cualquier otro crédito o inversión respaldada por el estado. Un estado debe garantizar la posibilidad tan igual hacia los créditos para todos los agentes económicos.  Estableciendo protección en las condiciones legales. El estado nunca debe conducir a que todos seamos iguales. Se trata de igualdad de oportunidades no de que todos seamos iguales porque no lo somos, es más somos únicos.

En esta crisis no había un mercado libre hipotecario. En esta crisis no había capitalismo. Existía un mercado respaldado por los estados. En ningún momento los agentes económicos actuaban con el 100% del riesgo de la inversión sobre ellos. No es problema de los métodos de titularización sino de los respaldos sobre los mismos de los gobiernos de turno. Por ejemplo y el caso más paradigmático, como hemos comentado anteriormente, el de EE.UU con los créditos hipotecarios subprime. O los famosos créditos NINJA (créditos sin ingresos). Estamos ante una de las mayores farsas de la historia económica desde las defensas a ultranza del Comunismo de la antigua Unión Soviética. Este respaldo  no solo produce estos créditos incobrables sino que trae consigo el incremento del déficit de los diferentes estados. 

Si tenemos una cartera diversificada reduciremos el riesgo y como en la vida nunca el riesgo será cero. Pues es imposible tener riesgo cero en la vida ¿Cómo vamos a tenerlo en la economía si ésta es un reflejo de la sociedad en la que vivimos? De ninguna de las maneras. El capitalismo acaba con la crisis. 

En Think Tank Defensa Capitalista (DC) pensamos queda demostrado a pesar del alto grado de innovación financiera en nuestro días y en las últimas décadas; la crisis no es debida a un exceso del capitalismo sino a la "desvirtuación" del mismo. Esto ha posibilitado a los oportunistas del paradigma Keynesiano resurgir en sus teorías de los peligros de la actuación individual. Honestamente creemos sin embargo que por supuesto suceden actuaciones imprevisibles y en muchos casos de dudosa reputación en ese “juego” de actuaciones individuales (por ejemplo aquellas relacionadas con el riesgo moral) pero deberá ser la legalidad vigente (así como la educación en valores) la que establezca los resultados más "justicios" posibles tras la consecución de tales actos y no un legislador el que prohiba "a priori" toda oportunidad a la igualdad de oportunidades.

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viernes, 17 de febrero de 2012

Los Luditas no tenían razón

A principios del siglo XIX, en los albores de la revolución industrial surgió un movimiento sindical-terrorista llamado Ludismo. Para justificar sus medios extrajeron una teoría que todavía unos siguen utilizando. Su ideología se basaba en tratar de destruir todas las máquinas, de todas las fábricas. Según los Luditas las máquinas acabarían con el proletariado, eliminándoles de todo trabajo posible. Con más máquinas menos trabajo. Hoy esta idea, (aunque no llevando a cabo tal destrucción, pues cada vez está menos generalizada la idea de que el fin justifica los medios) sigue predominando en las clases proletarias, sindicales, izquierdistas, ciertas ramas socialistas y nos atreveríamos a decir en el resto de analfabetos económicos. 

Pasemos analizar si los Luditas tenían razón o no tenían razón. Y lo haremos de forma gráfica y mediante ejemplos. Además nos haremos eco de la historia económica mundial y luego haremos una perspectiva basándonos en ella. Empezamos centrándonos en la situación económica antes de la Revolución Industrial. La mayoría de las familias se dedicaban al sector primario. Grandes necesidades de mano de obra, ausencia casi total de capital físico. No había sector industrial y ni que decir tiene sector servicios. La duda comenzó a radicar con la llegada de la Revolución Industrial, donde antes araba una mula o un buey con todos los miembros de la familia tirando de él y  a  su vez esparciendo el grano o recolectando la cosecha, ahora un solo tractor junto con una persona que lo conduzca, era capaz de realizar todas esas tareas. Para conseguir el mismo resultado necesitabas ahora menos esfuerzo humano. 

Las alarmas habían saltado. ¿Dónde iban a trabajar ahora el resto de miembros de la familia? ¿Qué pasaría con el conductor del tráctor? ¿Cuantas horas trabajaría? Si trabaja muchas horas, el resto de familias no podrían tener su tráctor pues el que tuviera el mismo se encargaría de las labores. Habría familias que ni si quiera un miembro tendría trabajo. ¿Entonces como me voy a comprar el tráctor si no tengo dinero con que hacerlo? Es por esto nos planteamos si los Luditas tenían razón. Si en consecuencia a las innovaciones (con más máquinas, más tecnología) tendríamos menos puestos de trabajos disponibles y nos iríamos poco menos que abocados a la ruina. 


De todas todas los Luditas no tenían razón. Los Luditas no estaban en lo cierto. Con más máquinas más puesto de trabajo, mejores salarios, de más calidad, más remunerados. Ponemos el ejemplo de la familia de agricultores. Con las rentas sobrantes de años anteriores adquieren el tráctor. Un miembro de la familia se dedica a llevar el volante de la máquina a sus manos. El resto de miembros (pongamos que son 4, un matrimonio y sus dos hijos) se podrían dedicar a otras labores y en cambio su renta sería como mínimo la que anteriormente se obtenía además en menos tiempo y de forma menos costosa. Tendrían una mayor calidad de vida, y podrían incluso dedicarse a trabajar en una fábrica. La familia que antes se dedicaba solo a la agricultura, con unas rentas dudosamente sostenibles, ahora tenían suficientes excedentes como para que los hijos llevaran una vida propia. Si en cambio la familia no hubiera tenido el suficiente dinero ahorrado como para adquirir la máquina agricultora, no estarían en la mísera pobreza y abocados nuevamente al método de supervivencia de la mula y el buey. En este caso la familia podría encargar las labores a una familia o a un propietario que sí posea el tráctor. Los Luditas no tenían razón en esas aseveraciones. Pues no es cierto que con más máquinas eliminemos a los trabajadores para abocarlos a la ruina, sino que gracias a la inversión en tecnología, las familias agricultoras re-colocaron su fuerza obrera  en una nueva esfera económica, el sector industrial. Y así sucedió el posterior paso al sector servicos. Pasamos de la industria a los trabajadores prestadores de servicios. Y si aumentan el número de máquinas o el número de tecnología lo único que puede significar eso es una oportunidad nueva, una re-colocación de las esferas humanas de capital. Además esas nuevas empresas, por ejemplo: la empresa fabricante de tractores necesita de personas, no máquinas, sino personas para llevar a cabo la organización empresarial, para llevar a cabo la fabricación de la máquina, ensamblar las piezas...


Pues tras todos estos argumentos el Ludismo y toda reminiscencia del mismo debe quedar totalmente erradicada y son solo afloramientos de analfabetismo económico tal y como a demostrado en este artículo.


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